martes, 22 de marzo de 2016

Versar la tristeza.

Que miro mi muñeca y todavía te recuerdo.

Que no lo niego,
que soy feliz a ratos
pero entre medias
me seduce la tristeza y,
al fin y al cabo,
ella es la única que se queda.

Y no puedo evitar sentirme vacía si me
faltas
y creeme cuando te digo
que he intentado con los puños apretados
que tú no fueras de mi mundo el ombligo,
pero no lo consigo.

Todavía te persigo por las noches cuando te sueño.

Me desvelo.

¡Joder,
haz que deje de echarte de menos!

Haz que deje de hacerle una poesía a la tristeza,
y empiece a hacérsela a tu cama.

Deja que te verse
y que tú me beses de vuelta o,
mejor aún,
solo te pido la vuelta,
que vuelvas.

Que vuelvas y me revoluciones,
que a la tercera va la vencida,
pero yo nunca soy la que vence.
Y que suenen nuestras canciones
aunque esta noche,
sigua sin ser la nuestra.

lunes, 21 de marzo de 2016

"El poema más corto del mundo: Tú."

"Qué es poesía preguntaba Bécquer
y entonces te miro." 

Que nunca importó 
que yo no fuera una estrella
si tú eras día tras día
quien me hacía brillar,
con tus manos en mis pecas
y las mías en tus caderas
volviéndonos eternos,
jugando a decir que no,
pero queriéndonos.

Que nunca importó
que yo no fuera oasis,
si perdida en tu desierto
me hacías ser tu maravilla
    (¿o eras tú, después de todo, mi maravilla?).

Que no importaba que no tuvieras la sonrisa de Amelie,
que tú me tenías igual de calado
        hasta los huesos.

Que no importaba que yo no fuese de cera,
si aún así quería fundirme en tu fuego
hasta arder por completo.

Y después de todo,
dime qué cojones importaba que yo no fuera poeta,
si tú siempre has sido puta poesía.

Feliz día,
amor.
Feliz día de la poesía.

viernes, 18 de marzo de 2016

Microcuento.

Que se puede decir
que si aquella noche yo era piano
y tú pianista,
recorrimos una a una
todas las sinfonías de Bethoveen
     (varias veces).

lunes, 7 de marzo de 2016

Una no-madrugada.

Valientes.

De mirarnos a la cara
y decirme que me quieres.

Que falta fuerza
y sobran ganas
de cogerte
y romperte los esquemas,
de destrozarte a besos,
de arañarte la espalda
y contar cuántos lunares hay hasta tu cuello.

De echarte de menos
porque no estás en este invierno,
de decirte que me faltas en mis noches
y me sobras en mis recuerdos.

Que no somos ceniza
porque todavía hay fuego,
aunque nos empeñemos en no verlo
y digamos que no morimos
por no tenernos,
cuando sabemos que cada mañana
sin tenernos al lado
es como si nunca nos hubiéramos despertado.